Cuento de la creación del aire
Era un día de calor, de mucho calor, de muchísimo calor, y el Señor, que estaba sudando con la creación del conejo que se le escapaba siempre de las manos, dijo:
- Aquí no hay quien respire. Y eso que he respirado hasta ahora.
- Pues sí. – dijo la voz que le acompañaba a todas partes. – Pues sí, falta el aire.
- ¿Cómo que falta el aire, y Yo, cómo respiro?
- Tú no necesitas de nada para Ser, y mucho menos para respirar.
- ¡Vaya, vaya! ¿Será por eso que el conejo no se está quieto un momento, y siempre se quiere escapar, y Yo estoy sudando?
- Seguramente será por eso.
- Pues, mira, no lo había pensado. Veamos: ¿tengo Yo los pulmones?
- No.
- ¿Y tú, los tienes?
- No.
- ¿Y el conejo los tiene?
- Tendría que tenerlos. Mírale a ver.
- No, no los tiene.
- Por eso se te escapa, no puede respirar, no tiene pulmones, y no hay aire.
- Pero el hombre, los pulmones, ¿los tendrá?
- Pienso que sí. “Pneuma”: en griego significa “respiro”.
- Pero, ¿cuánto falta para la creación del hombre?
- Según mis cálculos no falta nada, es más, yo diría que ha nacido contigo. Es un pequeño Dios en Esencia. Lo que pasa es que todavía no ha aparecido en la materia. Pero, en Esencia, ¡ya lo creo que ha nacido! Es Tú mismo, pero no lo sabe.
- Sí, esto es verdad. Bien, y el conejo, ¿qué puedo hacer para que respire?
- Es muy sencillo, ocúpate tú de darle los pulmones.
Y, ¡pliss, plass!, el Señor tomó una nube, de ésas que parecen de nata montada o de mascarpone[1], le insufló Su aliento, y la nube se deshizo, se derritió y se transformó en aire. Aire puro. Mantequilla de pura nata. Sólo con nata pura se puede hacer aire puro. Efectivamente, la leche de alta montaña sabe mejor precisamente por eso, porque las vacas viven donde el aire es puro, y hacen leche de pura nata.
Y así el conejo empezó a respirar, y se infló, y se formaron los pulmones, y Dios trajo un profundo suspiro, y el bochorno se transformó en un día fresco y maravilloso, de primavera o de otoño, depende de la estación del año.
Y así ha nacido el aire, el aire puro. El aire contaminado lo creó más tarde el hombre, pero ésta es otra historia.