martes, 29 de marzo de 2011

Cuento de la creación del hombre




Cuento de la creación del hombre

En un lugar inhóspito y salvaje, un día el Señor decidió hacer un Jardín, un jardín con la “J” mayúscula, porque era para Él. El lugar era inhóspito y salvaje, por decirlo de alguna manera, porque tú sabes que, en la Tierra, todo parece bonito y habitable en el sitio donde naces.

Era un lugar inhóspito y salvaje, y el Señor decidió hacer allí su Jardín privado para Su disfrute.

Una vez hubo creado el Jardín, cogió un trozo de madera, le puso dos manos y dos pies, dos piernas y dos brazos, dos ojos y dos orejas, dos agujeros en la nariz, dos párpados y dos cejas y lo miró:

- ¡Qué feo! Pensó. Y pensó:

- ¿Le muevo con unos hilos? Le muevo con unos hilos.

Y, ¡tras, tras!, le puso dos hilos en las manos y en los pies, le dio un empujón y él anduvo como un robot.

- ¡Qué feo! Pensó. Y pensó:

- Haré que vea, para que no tropiece.

Y, ¡tras, tras!, le sopló en los ojos y apareció el iris y las pupilas y la vista. Adán parpadeaba, porque no entendía.

- Le daré la capacidad de oír, a ver si entiende algo.

Y, ¡tras, tras!, le sopló en la nariz, y Adán echó para atrás la cabeza. A ver qué haces tú si te soplan en la nariz. Pero Adán seguía sin entender.

- Le daré el tacto.

Cogeió sus dedos, y con el fuego le marcó las huellas digitales. Adán por el dolor saltaba de aquí para allá y volvió a sentarse. El Señor, que es paciente, vió que Adán no entendía nada.

- Le daré el don de la palabra.

Y, ¡tras, tras!, sopló sobre sus cuerdas vocales: ¡qué dolor! Y Adán empezó a hablar. ¿ A hablar? ¡A graznar!

- Adán, ¡pero no entiendes absolutamente nada!

Desde lo alto llegó una paloma, blanca como la nieve:

- Dale el alma y entenderá.

- Y, ¿dónde la encuentro?

- En el aire. El alma es aire que se condensa.

Y Dios le dio el alma pero, ¡tras, tras!, Adán seguía sin entender.

- ¿Y la Creación? ¿Qué será de la Creación sin nadie que disfrute de ella?

- Pero, si eres Tú el que tiene que disfrutar, ¡nadie más!

- Espíritu Santo, tienes razón.

- Venga, ¡zambúllete!

Y Dios se zambulló en el alma de Adán, y Adán poco a poco comprendió, y fue Dios, y en el Jardín Terrenal reinó la paz del conocimiento infinito.

El alma, consciente del Dios que habita en ella, sigue adelante, buscando a Dios, y esto es lo que importa. Dios, en el alma hecha de aire, en el cuerpo hecho de madera, en la madera sacada de un árbol, nacido de una semilla hecha por Dios una mañana de agosto, cuando el Señor dijo:

- Quiero conocer el mundo, hago para Mí un Adán, y así conozco el mundo en sus formas.

Y así surgió la creación del primer hombre, que Dios quiso crear para conocer Su Santa Creación nacida de Él, por Él, con Él.

Así nosotros somos Él, para conocer Su Creación, en cada uno de nosotros y en las cosas creadas.

Bonito, ¿verdad? ¿Te gusta? Es tarde, el sol se pone. Ha llegado la hora de dormir. Mañana te contaré el cuento de la luz. Vamos. Es tarde, el día declina, tenemos que dormir.